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Rescatando palabras

El otro día escuché en el informativo que ciertos lingüistas habían creado una iniciativa para concebir un diccionario de palabras en desuso. La propuesta me agradó muchísimo. Aunque no me dé cuenta, en ocasiones utilizo expresiones que algunas personas no entienden; seguro que piensan: «Pero que anticuada es La Genovés».

Ciertamente procuro utilizar arcaísmos del mismo modo que neologismos. Pienso que el lenguaje está en completo movimiento, por tanto, evoluciona a diario. La parte más flexible de una lengua es el vocabulario, y, este, se recicla con palabras nuevas de manera constante. Asimismo, otras caen en desuso y se convierten en arcaísmos. Del mismo modo que el castellano del Medievo era distinto al actual, dentro de varios siglos el español hablado será diferente al que platicamos hoy en día. Las palabras desaparecen porque utilizamos otras para nombrar un determinado objeto o porque el objeto deja de utilizarse.

Por lo general, la mayor parte de las locuciones siguen invariables durante siglos y conforman los idiomas que permiten el entendimiento entre las personas. De la otra orilla, las palabras que han dejado de consumirse y cuya aplicación parece inadecuada. Pongamos por ejemplo el término emprestar sustituido hogaño por prestar algo o pedir prestado. Sin embargo, la palabra empréstito sigue significado un préstamo que toma el Estado o una empresa.




Tipos de arcaísmos:

1.                       Palabras que ha desaparecido del habla pero siguen vigentes en distintos contextos, sobre todo, escritos.
2.                       Términos inutilizados geográficamente en un determinado país pero no en otro. Ejemplo: pollera, grama... Voces usadas en América pero no en España.
3.                       Arcaísmos de expresión: aquellos significantes que apenas se emplean en el español actual. Ejemplos: Febril por acalenturado o rizado por crespo.
4.                       Arcaísmos semánticos: palabras cuyo significante se utiliza y cuyo significado resulta chocante. Pongamos por caso el verbo recordar, empleado actualmente para evocar el pasado. Empero, tiene una acepción equivalente a despertar cuya usanza es cuanto menos extraño: «Hoy me recordé temprano».

La risa va por barrios que diría algún que otro caballero... En la historia del castellano hay escritores notabilísimos como Juan de Mariana aficionado a los arcaísmos, y, sin embargo, Cervantes se reía de ellos.

La última edición del Diccionario de la RAE refleja un léxico vivo de 93.000 vocablos. El Quijote, obra cumbre del castellano, contiene 22.939 mil. Según Enrique Bernárdez, catedrático de Filología de la Universidad Complutense de Madrid: «El vocabulario pasivo de un hablante normal comprende entre 15.000-20.000 palabras de las que solamente utiliza entre 3.000-5.000 para la lectura de una novela o periódico. Sin embargo, en la vida cotidiana, las mismas quedan notablemente reducidas».

Por otro lado, el consumo masivo de Internet y de algunas Redes Sociales que minimizan los mensajes a 140 caracteres, como Twitter, empequeñecen las lenguas. Pero, también sucede a la inversa: esta red en #palabrasolvidadas permite comprar un vocablo a cambio de mencionarlo. Esta actividad hace que términos arcaicos estén en boga nuevamente. Tal es el caso de: pamplina, lechuguino o cuchipanda. Dentro de los términos que necesitan ser rescatados con urgencia tenemos: batiburrillo, cachivache o amalgama.



¡Qué cosas tiene la vida! Nacer para morir o revivir como el Ave Fénix de las cenizas. Porque no nos olvidemos, las palabras están vivas: nacen, se expanden y, a veces, desaparecen.

Y con este batiburrillo de conceptos que he encontrado en distintos cachivaches ofimáticos, algún picaflor quedará más que satisfecho o quizás, alguna dama rimbombante con un floripondio en la cabeza. Las triquiñuelas siempre son bien acogidas aunque sean mera amalgama de distintos compuestos. Feten por esta iniciativa lingüística que, con apremio, auxilia a las palabras de sufrir una hecatombe.

©Anna Genovés
10/04/2016


Enlaces de interés











Mina & Alberto Lupo - Parole Parole (Palabras - palabras, 1972)



Rescatando palabras

by on 19:19:00
Rescatando palabras El otro día escuché en el informativo que ciertos lingüistas habían creado una iniciativa para concebir un ...




¿Y tú cómo ves el mundo?

Hay trastornos llamados raros que no lo son tanto…

Veréis, hace años una disléxica de los pies a la cabeza, de esas que a veces confunden el sujeto con el predicado o escriben las palabras al revés, me contó una anécdota muy divertida... Nos habían enseñado ecuaciones de segundo grado y el profesor nos dio tareas para casa: el resultado de un problema –comenzó a narrarme—. Teníamos que desarrollarlo partiendo de sus enseñanzas. Ningún compañero lograba el cometido, pero yo lo hice y dejé que mis amigos de pupitre se copiaran. El profesor se dio cuenta de que algo no funcionaba correctamente porque la teoría estaba desarrollada de forma dispar a la explicada. Entonces, fue sacándonos uno a uno a la pizarra hasta dar conmigo. A todos les puso un notable, y, a mí, me suspendió. Pero desde entonces, tuvo muy en cuenta cómo realizaba todos los teoremas. Iba retrasada sobre todo en lenguaje, y me llevaba más de un capón. Nadie sabía que sufría dislexia, solamente era la torpe de la clase. Me encerré en un caparazón y me convertí en una solitaria que no preguntaba nada por vergüenza. Y si me interrogaba el profesor lo pasaba fatal. Después, en la universidad, era de las pocas que tomaba los apuntes al pie de la letra con una especie de taquigrafía muy particular que nadie entendía. A fuerza de paciencia, de leer en alto y de ejercicios que yo misma inventaba; como deletrear palabras de derecha a izquierda y viceversa, fui corrigiendo parte de mis errores. Aún así, nunca entenderé el mundo de las letras como la mayoría de personas. –Terminó por decir mi confidente.




Este testimonio me hizo investigar a cerca de ese mundo tan especial de los disléxicos y, hoy, se me ha ocurrido escribir este pequeño artículo. De mis pesquisas me ha quedado claro que la dislexia no es una enfermedad sino un trastorno cognitivo que dificulta el aprendizaje y se manifiesta mayormente en la etapa del aprendizaje y la pubertad. En la actualidad, lo sufre el 10% de la población mundial. Y por lo general, quienes lo padecen, son personas creativas con una gran capacidad de abstracción, cuya apreciación cognitiva difiere de la educación convencional.

Para un disléxico los números son símbolos cuyo orden sí altera el producto, y las letras se entremezclan para representar una emoción irreal y personal. Por este motivo, los disléxicos pueden sufrir frustración, incomprensión y aislamiento. Y  en consecuencia, padecer trastornos mentales, baja autoestima e incluso tendencias suicidas. Hablamos de una discapacidad neurológica que se puede manifestar en la lectura, la escritura, la ortografía o las matemáticas..., entre otros campos del aprendizaje. Sin embargo, la mayoría de disléxicos poseen un CI superior a la media aunque tengan problemas para ver las palabras en el orden correcto. Pueden ver las letras o los números al revés o confundir los fonemas que son similares o poseen un sonido parecido: d/b/, q/p, n/m, ñ/ch, y/i... De igual modo, quizás se salten la lectura de uno a otro párrafo, vean las letras entrelazadas, comprendan los significados de las palabras al contrario o sean incapaces de vislumbrar las diferencias entre un objeto directo y uno indirecto. También se asocia a este trastorno la hiperactividad, la dispraxia, la coordinación motora, la dificultad del estudio de lenguas foráneas o la organización personal. M. Thomson, la define como: «La dificultad con la forma escrita del lenguaje, independientemente de una causa intelectual, cultural o emocional». Según Ronald D. Davis: «Es una manera particular de percibir el mundo, una forma diferente de interpretar ciertos símbolos o palabras».

Hoy por hoy, con un sencillo análisis genético se puede detectar  fácilmente si la persona posee el gen llamado cromosoma humano 6 DCDC2, que se conecta directamente con la dislexia. Es importante detectarlo lo antes posible para no confundirlo con un retraso mental, un autismo o un síndrome de Aspergen.

A groso modo, podemos diferenciar la dislexia en cuatro grandes grupos: 
·                  Disfonética: dificultad para conectar los sonidos con los símbolos.
·                  Diseidética: dificultad ortográfica y problemas para reconocer palabras  completas.
·                  Disfoneidética: combina síntomas de los anteriores.
·                  Discalculia: dificultad en el desempeño matemático.

En edad escolar, tanto padres como profesores tienen que estar atentos con los niños para descubrir cualquier signo que evidencie una dislexia, como son:
·                   Nivel de lectura por debajo de lo normal para su edad.
·                   Problemas de procesamiento y comprensión de lo que escucha.
·                   Dificultad para comprender instrucciones rápidamente.
·                   Problemas para recordar la secuencia de las cosas.
·                   Dificultad para ver similitudes y diferencias entre las letras y las palabras.
·                   Incapacidad para pronunciar una palabra desconocida.
·                   Mala ortografía.
·                   Dificultad para aprender un idioma extranjero.

Digamos que en el mundo de un disléxico se vive en una montaña rusa permanente de símbolos decodificados de una manera diferente a la habitual en la que el estado emocional puede agravar o minimizar la situación y en el que las enfermedades visuales tienen que estar bien diagnosticadas para no maximizar el problema. A nivel cerebral, los hemisferios también funcionan con sus particularidades... Mientras que el izquierdo tiene una actividad reducida, el derecho –encargado de la creatividad y la imaginación...—, tiene una actividad por encima de lo normal. Por ende, un disléxico tiene una predisposición natural en el campo de la creatividad y a nivel técnico.

Algunos disléxicos famosos:

Marlon Brando, Orlando Bloom, Tom Cruise, Bob Hoskins, Harrison Ford, Danny Glover, Tracey Gold, Whoopi Goldberg, Susan Hampshire, Dustin Hoffman, Keira Knightley, River Phoenix, Sylvester Stalone, Billy Bob Thornton, Lindsay Wagner, Robin Williams, Loretta Young, Liv Tyler, Zoe Wanamaker, Johnny Depp, Keanu Reeves, Leonardo da Vinci, Pablo Picasso, Andy Warhol, Mark Wilkinson. Ann Bancroft, Alexander Graham Bell, Thomas Edison, Albert Einstein, Michael Faraday, Nicole Betancourt, Walt Disney, Guy Richie, Steven Speilberg, Quentin Tarrantino. AA Gill, John Irving, Hans Christian Andersen, Jeanne Betancourt, Agatha Christie, Edgar Allan Poe, Bernie Taylor, W.B. Yeats, Benjamin Zafamiah.

Por cierto, la disléxica de los pies a la cabeza del inicio, soy yo. Por suerte, mi madre fue rígida como una tabla, y, sin saber de mi trastorno ni darme una castaña, aunque no entendiera demasiado lo que me explicaban, me enseñó a ser tenaz y organizada.

©Anna Genovés
14/03/2016

Referencias bibliográficas:

· Aprendiendo a escribir, Teberoscky, A. (1992)  Barcelona: ICE. HORSORI.
· Dislexia. Vicente Oltra Abarca, Alicante, Islas Canarias, World Wide Web, 1999.
· Dislexia, el problema de la dificultad para leer.
· Dislexia,  Janeth Martínez y Teresa de Castro, Rep. Dominicana, 1999.
· Dislexia y Dificultades  de Aprendizaje. Asociación de Padres de Niños con Dislexia y otras Dificultades.  España, 1995.
· El don de la Dislexia. Ronald D. Davis. México, 1994.
· La Dislexia, Fernanda Baroja, Ana Mª Llopiz y Carmen P. de Riesgo,  España, 1998.
· Lenguaje y Dislexias.  Enfoque Cognitivo del Retardo Lector. Luis Bravo V. México, 1999.
· Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño,  Ferreiro, E; Teberoscky, A.  México: Ed. Siglo XXI.
· Psicogénesis de la lecto-escritura. Méndez, L; Tachini, E. (1998).  
· Psicología de la Lectura. Fernando Cuetos V.  España, 2002.
· Psicología de la Escritura. Fernando Cuetos V. España, 2002.


Taare Zameen Par (film subtitulado sobre un niño disléxico)






Transexuales: una realidad

La sexualidad es un tema que actualmente ha dejado de ser tabú. En psiquiatría se define como orientación sexual a la inclinación o preferencia de un sexo hacia otro, otros o ninguno. La clasificación general, que solo recoge parte de esas particularidades, es la siguiente: homosexual, heterosexual, bisexual, asexual y pansexual.

Del mismo modo, se cataloga la identidad sexual como la concordia que tiene el individuo con un determinado sexo, independientemente del sexo biológico con el que haya nacido. Mayormente, las personas se identifican con su sexo biológico hombre o mujer. Sin embargo, otras, lo hacen con el opuesto. Cuando esto sucede, los afectados, en muchos casos deciden cambiar de sexo mediante operaciones quirúrgicas y tratamientos hormonales. Pasen o no por cirugía se les conoce como transexuales o ‘trans’. A su vez, un ‘trans’ puede tener inclinaciones homosexuales, heterosexuales, pansexuales, bisexuales o a sexuales.

Pese a estas tipologías científicas, los grupos minoritarios suelen sufrir discriminaciones. Debe ser una experiencia traumática... Imaginároslo por un momento, nacer con un sexo que está en total desacuerdo con tus verdaderos sentimientos. Si intento ponerme en la piel de algún transexual, os juro que me hago cruces. ¡Qué valientes! Los admiro. No es un tema trivial aunque se haya ridiculizado o se hable del mismo con frivolidad. No. Es algo muy serio que, en nuestros días, está ocupando el lugar que le corresponde.

Conozco ‘trans’ de ambos sexos y veo lo que sufren. Muchas personas con preceptos estrictos los rechazan. ¿Qué culpa tienen ellos de haber nacido con un cuerpo que no se corresponde con su identidad? Es lógico, pues, intentar cambiar tu envoltura al precio que sea. A los géneros conocidos científicamente: femenino, masculino, hermafrodita... habría que sumarle el sexo transexual. Desde mi punto de vista, leyes y reglamentos debían adaptarse a la realidad. Nada mejor que conocer diferentes historias para acercarnos a ellos.



Un ejemplo de integración absoluta lo protagoniza la atleta Antía Fernández, transexual y jugadora de voleibol del equipo olímpico español. Con anterioridad lo hicieron Óscar Sierra, en fútbol americano, y en los años 40 María Torremadé, corredora que dejó el deporte por el cambio de sexo. Antía Fernández ha tenido más suerte. Como ella misma dice: «Me faltaba ese jugar en equipo que ahora tengo. Que te traten en femenino». Y añade: «Aunque hagas una transición tardía, siempre sabes quién eres. Y yo nunca me sentí un chico». Ciertamente, no ha dejado de luchar hasta conseguirlo. Reconoce que pese a tener el DNI femenino, la excluyeron en tres deportes porque el reglamento era intransigente con la transexualidad. La entrevista que la periodista Gladys Vázquez le hizo para el diario La voz de Galicia, no tiene precio: «Solo quiero sentirme una más». Antía es toda una pionera. Aplaudámosla.

Otro caso muy distinto, pero igualmente solidario con la comunidad ‘trans’, lo encontramos en la provincia de Misiones (Argentina). El número de transexuales, operados o no, es elevado. Para perseverar la salud de este colectivo se ha aprobado un programa dentro de la Ley de Identidad de Género –avalado por las ONG locales, el Ministerio de Derechos Humanos y la Cruz Roja—, en el que los ‘trans’ podrán adquirir prótesis, medicamentos y tecnología médica punta gratuitamente; de lo contrario están arriesgándose a contraer cualquier enfermedad o incluso perder la vida con tratamientos de riesgo. Un modelo de igualdad que debían plantearse muchos gobiernos.


No obstante, en las cárceles españolas existen muchos casos de personas transexuales que, por desinformación propia o del funcionariado, son excluidos de sus derechos. María José Lastra, fue pionera en muchos aspectos. Consiguió que la trasladaran al módulo de mujeres sin estar operada. Poco después, regresó al pabellón masculino por sufrir la transfobia de algunas funcionarias. María José narra cómo a las mujeres ‘trans’ se les priva de toda necesidad femenina: se les quita el maquillaje, las medias, las faldas, tratamientos hormonales... En la mayor parte de nuestro país no existe una regulación carcelaria específica para este colectivo. Si bien, gracias a la valentía de esta mujer, se están logrando muchos triunfos.


Euskadi: un ejemplo a seguir. Es la primera comunidad autonómica española en la que se permite que una persona sea tratada en función del género que elija durante el proceso de asignación sexual. Y este, puede rectificarse en el Registro Civil vasco correspondiente. No importa que sea una persona nacida en España o inmigrante. O que en el país de origen todavía no esté reflejado su cambio de identidad, así lo cuenta la ‘trans’ hondureña Alexandra Licona.


En las sociedades actuales, donde la tecnología es un arma poderosa, los actores aportan su granito de arena o su propia experiencia. Laverne Cox es una actriz ‘trans’ que se ha hecho famosa interpretando a Sophia Burset en la serie Orange is the new black; papel por el que fue nominada a los Emmys de 2013. Laverne es defensora de los derechos de la comunidad LGBT. El 9 de junio de 2014 se convirtió en la primera mujer transexual que apareció en la portada de la revista Time.

La filmografía sobre temática ‘trans’, es numerosa. Un indicador de que avanzamos por el camino correcto. Sin ir más lejos La chica danesa tiene varias nominaciones a los Óscar de 2016. Pero ya en los 70, encontramos Un año con trece lunas. Otros films a tener en cuenta son:

 

Hedwigand the Angry Inch


Laurence Anyways


FuneralParade of Roses


Tomboy



Mi vidaen rosa


The Ballad of Genesis and Lady Jaye


Transamerica


Hace años, escuché a mi madre contar historias sobre la juventud de mi abuelo. Parece ser que, por aquel entonces, era común meter a los homosexuales en bidones para después pegarle patadas y hacerlos rodar por las calles. ¿Qué animaladas harían con los transexuales? El vello corporal se me eriza solo con pensarlo. Por suerte, ha pasado más de un siglo desde aquellas barbaries. A fecha de hoy, la comunidad ‘trans’ es un rol casi tan asentado como el homosexual o la heterosexual, debemos seguir trabajando para su total integración.

Como dice el proverbio español: «Vive y deja vivir». Y agrego: «Si puedes solidarizarte con los grupos minoritarios –el que sea. Huelga decir que no hablo de política, religiones... y etcétera, mejor». Siempre juegan en desventaja.

©Anna Genovés

22/01/2016

Conchita Wurst | Rise Like a Phoenix (Subtitulado al español). El cantante Thomas Neuwirth se trasformó en Conchita Wurst en un gesto de tolerancia y aceptación con la comunidad ‘trans’ y ganó Eurovisión en 2014.








De médicos y enfermeras

Recuerdo que siendo niña tuve mi primer contacto con el Hospital General de Valencia. Mi mejor amiga contrajo viruela negra y estuvo a punto de marcharse al otro barrio; por suerte, sigue vivita y coleando. Cuando entré en la sala donde estaba hospitalizada me pareció la estampa más terrorífica que había visto; unas señoras con cara de Rottenmeier, cofias y batas almidonadas, blanco muerte, te miraban de reojo para que no estuvieras más tiempo del oportuno, no hablaras fuerte, no les dieras nada de comer... Vamos, que los visitantes apenas respirábamos.

La habitación era enorme, tenía poca luz y muchísimas camas con rostros demacrados. Mi amiga estaba separada del resto de pacientes por unos parabanes níveos. Hace unas semanas, descubrí la serie The knick –basada en las vivencias de un hospital neoyorkino de principios del XX. Magnífica—, y, en muchas escenas, evoco aquella traumática experiencia. Actualmente, poco o nada queda de aquel lúgubre sanatorio. El interior está completamente remodelado y ha desaparecido la rigidez del personal sanitario de antaño. Pero, ¿es solo apariencia? Después de diversas negligencias médicas que he escuchado, tengo mis dudas.

Omitiré que, en ocasiones, los celadores pasan del enfermo a no ser que esté muriéndose; o que existan demasiado conocidos con dolor neuropático postoperatorio; o que se le diagnostique a uno tal enfermedad que no tiene; o qué sé yo…, quizás que te corten la extremidad que no corresponde. Puede tratarse de leyendas urbanas de mal gusto y con muchas incertidumbres de por medio. Pero, voy a comentaros dos pericias que viví como acompañante.

La primera anécdota sucedió en el General. Fui con una amiga a Urgencias porque se le había reventado un quiste sebáceo y el Centro de Salud estaba cerrado. Tras el primer control médico, la trasfirieron a básica. Esperamos tres largas horas hasta que la atendieron; y el doctor le dijo, en reiteradas ocasiones, que eso no era urgente: se trataba de un forúnculo piloso. En esos momentos no supuraba y el matasanos ni tan siquiera le palpó el bulto antes de mandarla a la rúe entre risitas, como diciendo: «Será gilipollas, la pava». Una vez en casa, se dio una ducha y el pus surgió nuevamente. Desde luego, no volvimos al sanatorio. Estrujamos el susodicho hasta la médula. Ahora, tiene una herida de aquí te espero. Ya veremos cómo queda.



El segundo descuido tuvo lugar en La Fe. Otra conocida fue a Urgencias con un dolor agudo en la garganta; le detectaron un nódulo y la operaron días más tarde. La hilera de camillas adosadas a las paredes era una procesión interminable; en un lado estaban los que esperaban ser intervenidos, en la otra los postquirúrgicos. La citaron a las nueve de la mañana en ayunas, pero no entró a quirófano hasta las dos. Le pintaron un redondel negro en la parte izquierda del cuello para que el cirujano no se equivocara de lado. Un hombre se acercó para decirle que era el anestesista. Inmediato, le metió un chute que repitió en los brazos de todos los encamados como si fueran un rebaño a punto de entrar en el matadero. Las señoras de la limpieza entraban y salían frenéticas de los quirófanos como si hubiesen pegado un mochazo por el WC. Ya no tiene nódulo, pero ha cogido una infección postoperatoria de caballo; hasta las cejas de antibióticos y con seis quilos de menos.

Tenemos infraestructuras clásicas y, otras, de los más cool. Pero, ¿está cualificado el personal sanitario, administrativo, limpieza y etcétera... de los hospitales? ¿Hay suficiente? ¿Por qué esa falta de respeto? Somos personas y a nadie le gusta estar enfermo. Como dice el refrán: «Al hombre pobre, la cama le come».

Imagino que estas cosillas... por extensión, suceden en muchos hospitales públicos de otras ciudades. A ver si resulta que cuando estaban las Rottenmeier de bata blanca todo iba mejor. ¡Ojalá me equivoque! No queremos retroceder sino avanzar.

©Anna Genovés
Modificación 10/01/2016



The Knick Season 2 Soundtrack - It's My Eye

Del papel al ciberlibro

Hace bastantes años, en la universidad, tenía un profesor al que apodaban El Chiflado porque, entre otras cosas, no utilizaba maletín sino un portátil prehistórico en el que introducía sus libros y nuestros caretos, con pluses y reversos.

El hombre siempre nos repetía lo mismo: «Ustedes ríanse de mi computadora móvil que dentro de unos años todos tendrán uno como este y los libros engorrosos y pesados habrán desaparecido. Sí, sí… ya sé que dicen que estoy como una cabra, pero digo la verdad. Además, imagínense, que hubieran existido estos artefactos desde el inicio de la Humanidad… ahora, tendríamos los miles y miles de volúmenes que se quemaron en la Biblioteca de Alejandría. O los infinitos ejemplares que ardieron en las piras de los malditos inquisidores. ¡Es el futuro! Tiempo al tiempo...». Y, ciertamente, tenía parte de razón.

Se ha cambiado el sonido y la fragancia de los volúmenes carismáticos, sobre todo de esos que se apelotonan en las estanterías y, sin darte cuenta, soportan más años que tu esqueleto; por el tacto metálico y despersonalizado de los e-books. Si he de seros franca, hasta hace un par de años, no me terminaba de acostumbrar a la lectura en pantalla, y eso que soy proclive a los modernismos. No obstante, una vez metida en el ajo, a fecha de hoy, solo leo ejemplares electrónicos. Tengo una Samsung Tab III, de segunda mano, que intercambié en Cash Converters por una serie de artilugios obsoletos –no había para más—, y me funciona de maravilla. Además, como tiene acceso a Internet, puedo pasear por las redes o la blogosfera; algo imposible con los lectores habituales. Pero, cada cual tiene sus preferencias; mis amigas son acérrimas del Kindle. Del otro lado, muchos conocidos son fanáticos del papel. Tenemos suerte de poder elegir. Mientras pueda, para dar gusto a los dos bandos, seguiré autopublicándome en uno y otro formato...




Todo es cuestión de sopesar en una balanza, los pros y los contras de ambas propuestas. Tantear las preferencias como individuo. Se me ha ocurrido hacer una lista de ventajas y desventajas que pueden tener los libros electrónicos, ¿a ver qué os parecen?

Ventajas de los e-book
· No ocupan sitio y puedes llevarlos a cualquier lugar.
· Acceso ilimitado y rápido.
· Corrección de errores y actualización de información.
· Letras al tamaño que necesites; ideal si tienes problemas visuales.
· Tanto editores como lectores, tienen más obras a su alcance.
· Mediante el buscador, encuentras cualquier cita que recuerdes.
· Interacciones con los autores mediante las redes sociales.
· Diccionario para dudas e hyperlinks para información adicional.
· Son mucho más económicos.

Desventajas de los e-book
· Los equipos tienen un coste elevado inicial.
· Si no tienes ordenador y conexión a Internet, no puedes leerlos.
· Los dispositivos pueden averiarse o extraviarse con toda la información.
· Los lectores necesitan tener conocimientos básicos de informática.
· Desaparece la presentación tradicional del libro.
· Muere el tacto de las hojas, la perfume...
· Son más proclives al plagio y a la piratería.

Este último punto es el más escabroso para editores y escritores. Ayer, una colega, me dijo: «Mi chico se ha bajado una de tus novelas por la patilla». De entrada, me quedé patidifusa. Me pregunte a mí misma: ¿Cómo puede ser si soy una escribidora de chicha y nabo? Pero, hoy, he buscado mi nombre en Google… ¡he flipado en colores! Existen unos trescientos noventa mil ítems aproximados. Me ha picado la curiosidad y he averiguado que mi camarada no mentía... Hay varias páginas en las que se pueden descargar Tinta amarga y La caja pública | relatos, por the face. Pero ni pienso denunciarlos ni deciros cuáles son. Me queda la satisfacción de ser leída, aunque no gane más guita que para pipas. No obstante, sé que gusta lo que escribo; hasta me he sentido halagada leyendo los comentarios...


Eso sí, los dos últimos títulos: El Legado de la Rosa Negra y Las cicatrices mudas, no aparecen sin pasar por la pírrica taquilla de 2,99€. Y recordad: este mes, promoción de El Legado de la Rosa Negra a 0’99€. Está mal que lo diga, pero, superan a sus predecesores. Mi pluma está más afilada, y, también, más curtida.

Señores y señoras, amigos: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que arroje la primera piedra» (Juan: 8-1-7).


©Anna Genovés
07/10/2015


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